Tuñón de Lara: sobre la Primera República

El drama de los gobiernos republicanos

   Amadeo, firme en su abdicación, el gobierno Ruiz Zorrilla desconcertado y queriendo retrasar lo inevitable, los diputados nerviosos dentro del Congreso y el pueblo enardecido en las calles. Era la tarde del 10 de febrero de 1873 y los telegramas de provincias acusaban análoga efervescencia en todo el país. [...] Pasan las horas. El banco azul sigue vacío. La Cámara discute cuestiones de trámite y la tensión aumenta. [...] El Congreso aprueba la proposición de los republicanos de constituirse en sesión permanente. Cincuenta diputados quedan de guardia durante toda la noche acompañando al presidente; la bandera sigue enarbolada. Los grupos populares armados se mantienen en sus puestos.  [...]

   Y amaneció el 11 de febrero. A la una y media de la tarde, Amadeo, con palabras desabridas, entregó a Ruiz Zorrilla el texto de la abdicación en nombre suyo y de sus sucesores. A las tres de la tarde abrió el Congreso su sesión plenaria. Oída la renuncia acordó reunirse junto con el Senado en Asamblea Nacional. A las cuatro y media entraban en el salón de sesiones los miembros del Senado, precedidos de maceros. La renuncia de Amadeo era aceptada. Pi y Margall se levantó para defender la solución republicana. [...] Horas después, tras debate apasionado, la Asamblea aceptaba por 256 votos contra 32 la siguiente proposición [...]: <<La Asamblea Nacional resume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la Nación la República, dejando a las cortes Constituyentes la organización de esta forma de gobierno>>. <<Se elegirá por nombramiento directo de las Cortes un poder ejecutivo que será amovible y responsable ante las Cortes mismas>>. 

   A las doce de la noche quedaba constituido por votación secreta [...] el primer gobierno de la República, que estaba así formado presidente del Poder Ejecutivo: Estanislao Figueras [...]

   La quiebra de la institución monárquica, tras la renuncia de Amadeo, incapaces aún las castas aristocráticas de imponer el retorno de los Borbones, conducía a esta situación casi convencional en que paradójicamente, ministros de la monarquía constitucional se codeaban en el banco azul con republicanos a ultranza.

   La derecha estaba desconcertada o sólo pensaba en soluciones de fuerza; la izquierda burguesa y liberal se encontraba con el poder nominal en las manos y falta de base social; los trabajadores, cuya mayoría activa estaba influenciada por el apoliticismo de Bakunin, no eran, por esa razón, fuerza capaz de consolidar la República ni de reforzar sus propias posiciones dentro de ésta. El gobierno recibía un Estado de estructura conservadora, un Ejército cada día más moderado, un Tesoro exhausto y una guerra civil en el norte del país.

   Toda la reacción se alzó contra la naciente República. La sedición carlista asoló las regiones del norte. Las potencias extranjeras no reconocieron al gobierno republicano, la nobleza continuó conspirando y los militares la siguieron por ese camino.

   El gobierno suprimió el impuesto de consumos que gravaba las mercancías a la entrada de cada municipio, promulgó amplia amnistía y suprimió las quintas, respondiendo con tales medidas a vehementes deseos populares, acreditando con la última de dichas disposiciones más su buena fe que sus aptitudes de dirección del Estado. La ley de 17 de febrero de 1873 decía en su artículo 2º <<Queda abolida la quinta para reemplazo del Ejército>>; el art. 3º instituía el ejército activo a base de voluntarios retribuidos con una peseta diaria; los mozos de cada reemplazo formarían la reserva después de cumplido un período de instrucción.

   Esa audacia no corría pareja con la debilidad gubernamental cuando se trataba de remozar y democratizar la Administración. Desde que Pi y Margall se posesionó del cargo de ministro de la Gobernación comenzó a recibir noticias de toda España comunicando la destitución de los antiguos Ayuntamientos, sustituidos en numerosas ciudades por juntas revolucionarias. El gobierno dio órdenes para disolver esas juntas ordenando la reposición de los Ayuntamientos. [...] Por todas partes se asistía a un despertar popular, aunque a veces se manifestase de forma confusa o incoherente. La agitación se extendió a numerosos pueblos de Andalucía donde los campesinos creyeron que la república mejoraría sus condiciones de vida. [...]

   Pero el nuevo poder era sumamente frágil. En 24 de febrero ya estaba en crisis el gobierno Figueras. En medio de una crisis latente, las Cortes decidieron el 4 de marzo convocar Cortes Constituyentes para el 1º de mayo y suspender sus sesiones no sin antes aprobar la abolición definitiva de la esclavitud en Puerto Rico y la supresión de las matrículas de mar. Continuó funcionando una Comisión parlamentaria en conflicto casi permanente con el gobierno. [...]

   El 23 de abril, batallones radicales de la Milicia Nacional intentaron sublevarse.  [...]   Pero esta vez el gobierno estuvo prevenido y movilizó a los batallones de milicias republicanas. [...] Las exigencias militares de la guerra carlista obligaban al gobierno a mantener un ejército que no le era adicto. Por otra parte, la creación de unas fuerzas armadas paralelas, los cuerpos francos de voluntarios, dio escasos resultados. [...]

   El 1 de junio se reunieron las Cortes Constituyentes. Los carlistas estaban en el campo, los alfonsinos decretaron retraerse, así como la mayoría de los grupos políticos de derecha y centro [...] La mayoría de los escaños estaban ocupados por republicanos federales. [...] Figueras no se presentó ante las Cortes. Prefirió tomar el tren de Zaragoza y desde allí marcharse a Francia. En medio de esta lamentable situación se constituyó el 11 de junio, no sin discusiones laboriosas, el gobierno Pi y Margall. [...]

   Breve fue el gobierno de Pi y Margall y durante él la situación no hizo más que agravarse. Mientras tanto, las cortes habían decidido que la República sería federal y elaboraron un proyecto de constitución [...], encabezado por una declaración de derechos individuales, que jamás llegó a ser discutido, a excepción de su título primero. [...]

   Pi y Margall era partidario de una política de conciliación con los izquierdistas llamados intransigentes y de dar base popular a la República. Preparó medidas sociales como el establecimiento de Jurados Mixtos de patronos y obreros (los primeros de Europa) y otras que se promulgaron poco después de dejar el poder, como son la ley de 24 de julio de 1873 reglamentando el trabajo de los menores de dieciséis años y la ley de 26 de julio sobre protección de niños empleados en juegos de equilibrio, fuerza o dislocación.

   No obstante, la situación se ponía cada día más tensa y los intransigentes pensaban ya en la insurrección cantonal. [...] En Barcelona los ánimos se excitaron mucho a causa de las derrotas sufridas por las fuerzas gubernamentales de manos de los carlistas. El 14 de junio la Internacional declaró la huelga general [...][...]

   En efecto, la situación tomaba giro catastrófico en las provincias del sur y levante. [...] Durante el mes de junio estallaron insurrecciones cantonales en Málaga, San Fernando, Sanlúcar y Sevilla. [...] Casi al mismo tiempo se produjo un movimiento insurreccional de otra naturaleza y esta vez bajo la responsabilidad de la dirección española de la Internacional. Los primeros días de julio una asamblea obrera acuerda en Alcoy declarar la huelga general. Fracasadas las negociaciones con el alcalde, señor Albors, éste, los patronos y los escasos guardias civiles de retén se parapetan esperando refuerzos armados de Alicante. Los obreros se arman y en número de 5.000 se hacen dueños de la situación. En la refriega muere el alcalde. [...] El Consejo Federal de la sección española (bakuninista) de la Internacional, que residía en Alcoy por decisión del Congreso de Córdoba, se hace dueño de la situación. Se nombra un Comité de Salvación Pública [...] Pero el 12 de julio se rinden a las tropas el general Velarde a cambio de una amnistía general. Entretanto, los cantones surgen por doquier: en Valencia, Murcia, Granada, Cartagena... Pi y Margall [...] se ve obligado a presentar la dimisión cediendo el paso a un gobierno más moderado. Es el 18 de julio y en ese momento el gobierno sólo ejerce su autoridad sobre Madrid y Barcelona. [...]

   Se formó entonces el gobierno presidido por don Nicolás Salmerón. [...] Este gobierno destituyó a todas las autoridades civiles y militares sospechosas de simpatizar con los cantonales; lanzó contra éstos dos divisiones (unos 6.000 hombres en total) [...] y declaró piratas a las unidades de la flota de guerra que bajo las órdenes del gobierno cantonal en Cartagena presidido por el general Juan Contreras recorrían las costas mediterráneas. 

   Como el gobierno tenía que hacer frente a la guerra carlista, ordenó también la movilización de 80.000 hombres de la reserva. Y todo eso lo hacía con el ejército tradicional, con los mandos tradicionales. [...] Al finalizar el mes de julio, el general Pavía había dominado Sevilla y Cádiz. En los diez primeros días de agosto liquidó la resistencia cantonalista en el resto de Andalucía. Por el contrario, Martínez Campos no pudo entrar en Valencia, defendida por la mayoría de su población obrera dirigida por una Juna Revolucionaria, hasta el 8 de agosto. A partir de ese momento quedaba sólo el cantón de Cartagena, plaza fuerte artillada por tierra y mar, que resistiría hasta enero de 1874.

   De hecho, la República quedaba aislada de su base izquierdista y de su base obrera. [...]

   En resumen, la contradicción entre las ideas y la práctica condujo a Salmerón a una crisis de conciencia. No queriendo aplicar la pena de muerte, presentó la dimisión. [...] Las Cortes suspendieron sus sesiones. Castelar se esforzó por dar vida a una república conservadora. Proseguía una política de alianza con los sectores liberales no republicanos, estimando que lo urgente era nombrar un presidente de la República con carácter permanente; la discusión de la Constitución debía aplazarse.

   La agonía de la República

   Los generales se ofrecieron a Castelar para dar un golpe de Estado. Don Emilio rechazó la proposición, pero dejó a los generales en el ejercicio de sus respectivos mandos. [...]

   La crisis política se presentó el 2 de enero.  A las dos de la tarde se abre la sesión. El gobierno es derrotado por 120 votos contra 100. [...] Por fin se va a votar un gobierno de centro izquierda, presidido por el señor Palanca, que ha prometido amnistiar a los cantonalistas de Cartagena. Son las siete de la mañana del 3 de enero de 1874. Un rumor se extiende por el Congreso. Parece ser que el general Pavía, capitán general de la plaza, se acerca con tropas para disolver el cuerpo legislativo.  [...] Pavía, a caballo y al frente de un batallón de infantería y una batería de artillería recorre la calle Mayor, la carrera de San Jerónimo y rodea el Congreso. En el salón de sesiones, Salmerón sube al sitial presidencial y anuncia que acaba de recibir un ultimátum de Pavía. El escándalo es mayúsculo. Pasan varios minutos de excitación en que muchos hablan de morir; [...] a las siete y media de la mañana, las bayonetas han disuelto la representación nacional y con ella la Primera República.

Manuel Tuñón de Lara, La España del siglo XIX, vol. II, Madrid, Akal, 2000, pp. 11-23. 

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