C. Sánchez-Albornoz: sobre Jovellanos y los toros
"No hay hombre grande sin algunas flaquezas, debilidades, fobias o manías. [...] Jovellanos detestaba el arte barroco, encontraba monstruosas las comedias de Lope de Vega y no gustaba de <los toros>. [...] Adivino la reacción de muchos lectores cultos de hoy. Me parece segura su disidencia frente a las dos primeras fobias de Jovellanos y su asentimiento a la tercera. Yo no los acompaño en ninguna de ellas.
No es difícil comprender la enemiga de Jovellanos hacia el arte barroco y hacia las comedias de Lope de Vega. Somos hijos de nuestros padres y de nuestros pueblos, pero lo somos también de nuestra época. [...] Jovellanos vivió en la época de triunfo, sin réplica ni discusión alguna del neoclasicismo. Y por ello no podía gustar de las libertades que el barroco y Lope de Vega se tomaron con las líneas clásicas de la arquitectura y del teatro. [...]
Jovellanos niega que los toros puedan ser calificados de espectáculo nacional y discute su arraigo en España. Frente a la opinión del gran patricio gijonés, la lucha con el toro -el arte jugando con la ira- es quizá tan vieja en España como España misma, pues remonta, a lo menos, hasta los siglos oscuros de la prehistoria. Nos lo están acreditando las cabezas de toro de Costig y la estela de Clunia. Y estaba tan arraigada en el gusto de los españoles que, cuando la mayoría de los treinta y seis procuradores que integraban las Cortes de Castilla en el siglo XVI pidió a Felipe II que suprimiera las corridas de toros, el prudente rey, que conocía bien a su pueblo, negóse a acceder a su demanda con la frase de ritual: <En esto no conviene hacer novedad>. [...]
He llegado a creer que la repulsión de Jovellanos por los toros era consecuencia de su condición de hijo de Asturias más que por sus fervores por las luces de la Ilustración. [...] Los toros no son tradicionales en el noroeste de España, aunque hoy haya plazas y corridas en las más importantes de sus ciudades y aun de sus villas. [...] Nos brinda un indicio de importancia el área geográfica de difusión del gusto por la lidia de toros bravos o de cualquier otro espectáculo consistente en la pelea con animales de la misma especie. En España se extiende hasta Navarra [...] y penetra hasta el corazón de las Vascongadas, donde todavía ayer se hacían pugilatos de fuerza entre hombres y toros. Y fuera de España se desborda por el sudoeste de Francia y llega hasta Provenza desde la extremidad mediterránea de los Pirineos. Pero es el caso que ésa es justamente el área de dispersión de la raza ibérica o de la cultura de los iberos [...] Y a la inversa, la zona donde, según Jovellanos y según la realidad histórica, no se conocían en España las corridas de toros corresponde, precisamente, a la señoreada por los celtas [...] y se extiende a las regiones intensamente contagiadas del celtismo".
Claudio Sánchez-Albornoz, "Tres fobias de Jovellanos", Ensayos sobre la historia de España, Madrid, Siglo XXI, 1980 (1973).
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