Sánchez-Albornoz: sobre León en el siglo X
<<Edificada León para albergar a la Legio VII gemina, fue ya quizás asiento del dux de ésta que como legado augustal gobernó a veces Asturias y Galicia. Desconocemos su historia tras la ruina de la dominación romana en España. Hubo de ser conquistada por Muza en su campaña del Noroeste, y acaso sirvió de asiento al prefecto musulmán de los astures cismontanos, mientras el de los astures trasmontanos, el bereber Munuza, residía en la ciudad marítima de Gijón. Reconquistada, mediado el siglo VIII, en las grandes campañas de Alfonso I que la rebelión berberisca hizo posibles, quedó desierta, por cerca de cien años, al trasladar el citado caudillo, a las abruptas montañas de su reino, las gentes que habitaban en la alta meseta comprendida entre el Duero y los montes.
En pie sus viejos muros, construidos por el pueblo romano, que edificaba para la eternidad, y más o menos arruinadas sus termas y algunos otros monumentos de idéntico abolengo, debió ser morada de las sombras durante casi un siglo […] es indudable que se estableció en ella población cristiana durante su reinado [el de Don Ramiro] porque varios historiadores musulmanes hablan de que aquélla huyó de León en 846, ante el ataque de los islamitas y estas mismas fuentes nos declaran la fortaleza y, en consecuencia, el origen de los muros en pie, al referirnos que, tras haber incendiado la ciudad, los sarracenos intentaron destruir su recinto murado, pero que hubieron de retirarse de León sin lograr su propósito, ante el grosor y la resistencia de la cerca. […] Así la encontró, en efecto, el rey Ordoño cuando abandonada la barrera montañosa que defendía el reino astur, y sintiéndose seguro en la llanura, restauró Astorga y Amaya al pie de los montes y ocupó León en 856. La repobló, como en general todas las nuevas tierras, con cristianos del Norte, venidos a correr fortuna en la frontera, y con mozárabes que huían de las persecuciones y de las discordias civiles de la España musulmana. […] Ordoño restauró los destrozos ocasionados en las murallas leonesas por los sarracenos en los días de su padre Ramiro; erigió en la ciudad por primera vez un obispado, e instaló su palacio en las antiguas termas. Reinaba Alfonso el Magno cuando hacia el año 875, tres antes de la victoriosa jornada de la Polvoraria, como dicen los textos, se dio nuevo empuje a la repoblación de la ciudad. […] Apoyado en las recias murallas de León esperó Alfonso III, en 882 y en 883, la acometida del príncipe Al-Mundzir y del general Háxim Ben Abd Al-Aziz, que al cabo volvieron a tierras andaluzas sin combatir con el ejército cristiano. Después, mientras el emirato cordobés parecía extinguirse en medio de persecuciones religiosas, alzamientos locales, odios de raza y discordias civiles, el Rey Magno, en un salto de tigre, extendió sus estados hasta el Mondego, el Duero y el Pisuerga. León dejó de estar amenazada; al desplazarse hacia el Sur la raya fronteriza, pasó a ser centro político del reino, y en adelante se convirtió en la capital de la joven y fuerte monarquía, en que se fundieron sangres, ideas, costumbres, normas jurídicas, instituciones y formas artísticas de abolengo romano, de raigambre visigoda y de origen árabe.
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