Tuñón de Lara: huelga general en Barcelona en 1855.

    "Desde la primavera de 1854 había crecido el descontento entre los obreros de la industria textil barcelonesa, por la introducción de las máquinas llamadas <<selfactinas>>, acusadas de engendrar el desempleo. [...] El 16 de julio por la trde, hay huelga en Mataró. La huelga se extendió y afectó a 60 fáel 19 de julio, a pesar de la draconiana represión del capitán general Ramón de la Rocha, que fusiló a trs hombres acusados de incendiarios frustrados de fábricas. El general de la Rocha, tras entrevistarse con una comisión de obreros, accedió a la supresión de <<selfactinas>> y dictó, en ese sentido, un bando que lleva fecha de 24 de julio. Pero los patronos no podían aceptar semejante disposición y, protegidos por Pascual Madoz (a quien se acaba de nombrar gobernador civil), se negaron en redondo a cumplir el bando. Hubo otras negociaciones y una comisión paritaria de patronos y obreros elaboró una transacción, adoptada el 15 de agosto: seguirían las <<selfactinas>> pero se aumentarían los salarios.

     En noviembre de 1854 se llegó a un acuerdo entre patronos y obreros [...], reduciendo la semana de trabajo de 72 a 69 horas. 

     En 1855 la situación se fue poniendo más tensa. Vino a agravarla aún más una provocación montada contra el dirigente obrero José Barceló, presidente de la Sociedad de Hiladores de Algodón de Barcelona. El 29 de marzo se perpetró un crimen en el Mas de Sant Jaume, cerca de Olesa. Los criminales fueron detenidos, procesados y ejecutados el 23 de abril. Pero la <<confesión>> hecha en capilla, de un individuo llamado Pablo Melis, al que se le siguió causa aparte, fue bastante para detener y procesar a Barceló como <<instigador>> del robo y crimen del Mas de Sant Jaume. Éste negó siempre toda relación suya con el citado crimen, lo que no impidió que fuera condenado a muerte, con la sola <<prueba>> de la declaración de Melis, y ejecutado el 6 de junio. Que se trataba de una maquinación política lo confirma la comunicación del general Zapatero al gobierno de Madrid, dando cuenta de la ejecución y haciendo resaltar convenientemente que Barceló era <<jefe de la Asociación de Hiladores de esta capital>>.

   [...] los trabajadores pedían no sólo aumento de sus jornales, sino también, y ante todo, respeto al derecho de asociación. Entonces, el 30 de abril, el gobernador civil de Barcelona, don Cirilo Franquet, creyó oportuno dictar un bando en el que después de decir a los patronos que serían sancionados si cerraban sus fábricas, la emprendió contra los obreros; el señor Franquet creó, por sí y ante sí, el delito de <<abandono colectivo del trabajo>> [...] y aún el paro individual era penado con la pérdida de los jornales devengados. En fin, también prohibía <<toda Asociación no aprobada por la autoridad>>, extendía la definición del delito de coacción, imponía a las Juntas de las asociaciones obreras la obligación de rendir cuentas anualmente y consideraba como delito de estafa la recaudación de cuotas por las entidades no autorizadas.

   En mayo y junio aumentaron las huelgas. Los patronos, en parte a causa de una crisis momentánea de la industria, y en parte por represalias, cerraban numerosas fábricas. [...] En Igualada la mayoría de los obreros tenían que ir a las sopas de caridad.

   El general Orozco, se decidió a prohibir la sopa, las asociaciones <<no autorizadas>>, las <<coacciones>> y ordenar la reapertura de fábricas.

    El nerviosismo fue apoderándose de los mandos militares: el 21 de junio, el general Zapatero, capitán general de Cataluña -que ya había proclamado el estado de guerra so pretexto de la existencia de un movimiento carlista- publicó otro bando sancionando con la pena de muerte a <<todo el que directa o indirectamente se propase a coartar la voluntad de otro para que abra sus fábricas o que concurra a trabajar en ellas si no se accede a las exigencias que colectivamente se intentan imponer...>> Se declaraban disueltas todas las asociaciones de obreros o patronos que no estuvieran autorizadas, con la sola excepción de las <<que tengan un objeto filantrópico o de socorros mutuos sin la menor referencia a las actuales disensiones sobre precios o pago de trabajo...>>. 

   El bando de Zapatero fue como la mecha aplicada al barril de pólvora. El 2 de julio de 1855 una huelga como jamás se había conocido en España, paralizó la ciudad de Barcelona. [...] En Igualada también hubo huelga y disturbios. Otras huelgas menos importantes se produjeron en Vich, Roda, San Hipólito de Voltregá y otros lugares de la provincia de Barcelona. [...] 

    El día 9, el general Zapatero comprendió que el arma de sus bandos no era demasiado eficaz y ordenó a sus tropas que ocuparan los lugares estratégicos de los barrios obreros y fabriles. Las fábricas fueron así abiertas, pero ningún obrero se presentó al trabajo.

   Por fin llegó a Barcelona el ayudante de Espartero, don Rafael de Saravia, cuya intervención del más acendrado sabor paternalista tuvo la virtud de terminar con la huelga. Prometió que el gobierno y las Cortes se ocuparían de mejorar la suerte de los obreros sin desatender los intereses y derechos de los fabricantes. El día 11 se reanudó el trabajo en las fábricas.

   Las promesas de Espartero consistieron en un proyecto de ley sobre <<ejercicio, policía asociaciones, jurisdicción e inspección de la industria>> en el que reducía a seis horas la jornada de trabajo para los niños de ocho años y a diez para los comprendidos entre 12 y 18 años de edad. Pero el proyecto no llegó a ser ley y, en julio de 1856, después de ser derribado el gobierno liberal, O'Donnell prohibió de nuevo las <<coaliciones>>". 

Manuel Tuñón de Lara, La España del siglo XIX, vol. I, Barcelona, Akal, 2000; "Huelga general en Barcelona en 1855", pp, 214-222. 

Ramón Casas, "La carga", 1902 (Museo Reina Sofía, Madrid) 


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