E. Sola Castaño: sobre el matrimonio de los Reyes Católicos

   "Otoño de 1469: Isabel (dieciocho años) y Fernando (diecisiete) contrajeron matrimonio en discreta ceremonia privada, en Valladolid. Se habían conocido personalmente cuatro días antes. Para llegar a Valladolid, Fernando, rey de Sicilia y heredero de Aragón, había tenido que viajar desde Zaragoza con un puñado de fieles disfrazados de mercaderes, de noche y corriendo verdadero peligro. Isabel había salido de Madrigal, protegida por el primado y arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo. En Valladolid se hallaban entre amigos, pues Isabel estaba amenazada de encarcelamiento. Desde septiembre del año anterior había sido reconocida como heredera de Castilla por su hermano, el rey Enrique IV.

  La boda se había convertido en delicado asunto de política internacional. Enrique IV deseaba que su hermana se casara con Alfonso V de Portugal, viudo y mucho mayor que ella, y el rey de Francia pretendía a Isabel para el futuro Carlos VIII. Sin embargo, el rey de Aragón, Juan II, que tenía problemas con su vecino francés y su reino en franco declive, había apostado fuerte por la política de unión con Castilla. Agentes del rey aragonés habían sobornado a amplios sectores de la nobleza castellana. El propio Carrillo podía considerarse al frente de un poderoso partido aragonés. El legado pontificio e influyentes familias judías de ambos reinos, emparentadas con el rey Fernando, se inclinaban al enlace matrimonial de ambos jóvenes.

  La decisión final de la propia Isabel hizo posible el enlace. En enero de 1469 ya estaba decidida por el heredero aragonés; en marzo imponía en Cervera sus condiciones: Fernando debía residir en Castilla y luchar por su causa. Los cinco años siguientes, hasta la muerte de Enrique IV, fueron de gran actividad y mostraron la inteligencia, astucia y energía de Fernando. Tras la joven pareja se alzaba la sombra del rey Juan II y su experiencia política.

  Los dos contrayentes eran parientes en grado tal que su matrimonio no era posible sin una bula papal. Entre el propio Fernando, su padre Juan II, y el arzobispo Carrillo, hubieron de falsificarla en secreto. Tal era el interés y las prisas que tenía la rama aragonesa de los Trastamara por volver a emparentar con los castellanos.

  No iba a ser fácil esto, sin embargo. cinco años habían de tardar Isabel y Fernando en dominar la situación, tras una verdadera guerra civil contra los partidarios de Juana, llamada la Beltraneja porque decían que no era hija de Enrique IV el impotente, sino de Beltrán de la Cueva". 

SOLA CASTAÑO, Emilio, Los Reyes Católicos, Madrid, Anaya, 1988, p. 5.

La Virgen de los Reyes Católicos, anónimo, 1491-1493

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