Marcelo Vigil: sobre los pueblos del norte de España en la Edad Antigua

   "Las regiones septentrionales de la Península estaban habitadas por los pueblos que tenían un nivel de vida menos desarrollado desde el punto de vista económico, social y político. [...] Estrabón, que es la fuente más importante para conocer a los pueblos de la Hispania prerromana, dice que todos ellos tenían unos modos de vida semejantes. Habían conservado, en una forma mucho más primitiva, las organizaciones de tipo gentilicio que se extendían por la mayor parte de la Península. [...]

   El bajo nivel agrícola que no había podido eliminar la recolección de alimentos, permitía que la intervención de las mujeres en la agricultura fuera fundamental. Así, entre ellos, eran las mujeres las que trabajaban los campos. También podían dedicarse a la recogida de alimentos. Los hombres, por el contrario, parece que se dedicaban principalmente a actividades guerreras y a operaciones de pillaje, aunque las mujeres también participaban en la guerra. [...]

   La organización social y la organización política se confundían entre los pueblos septentrionales, siendo muy difícil distinguir en ellos órganos de gobierno diferenciados de la sociedad en su conjunto. [...]

   La organización social estaba basada en los lazos de sangre que daban cohesión a los diferentes grupos emparentados. Se conoce la existencia de gentes y gentilitates entre ellos, del mismo tipo que las que predominaban en el centro de la Península. [...] 

   La organización gentilicia muy arcaica de los pueblos septentrionales se observa en muchas costumbres que nos han sido descritas por los geógrafos e historiadores antiguos. Los rasgos más característicos eran los siguientes. Eran típicas entre estos pueblos las comidas en común, en las cuales los comensales se sentaban conforme a su rango y edad. La importancia de la edad para ocupar un puesto en estos banquetes sugiere que existía entre ellos la división por edades típica de las comunidades tribales. [...] Las danzas guerreras y otras danzas de tipo ritual, corrientes entre ellos según Estrabón, también son rasgos típicos de una organización tribal muy arcaica. Lo mismo puede decirse de la costumbre de expulsar a los parricidas fuera de los límites del territorio del grupo, para apedrearlos allí. La expulsión de los parricidas fuera de su grupo es una práctica normal de los pueblos con organizaciones gentilicias. El apedrearlos hasta que murieran, fuera del territorio ocupado en aquel momento, permitía castigar el parricidio sin que los miembros del grupo incurrieran en otro parricidio, puesto que el criminal había sido expulsado, es decir, se le había eliminado del grupo emparentado.

   Los escritores antiguos insisten en el salvajismo (ferocia) de estos pueblos septentrionales, comparando sus costumbres con las de otros pueblos que tenían características semejantes y diferenciándolas de las costumbres civilizadas de los romanos. Estrabón, al referirse a hechos acaecidos durante las Guerras Cántabro-Astures, pone de relieve los actos poco civilizados que habían realizado los indígenas para no caer prisioneros; por ejemplo, la muerte de toda una familia prisionera, a manos de un muchacho a quien había dado la orden de llevar a cabo este hecho su padre; asimismo una mujer mató a sus compañeras de prisión. [...]

   Uno de los rasgos más característicos de los pueblos septentrionales y sobre el que llamaron la atención los escritores antiguos que trataron de ellos, era la importancia de las mujeres en la vida de la comunidad. Este rasgo era mucho más fuerte entre los cántabros que entre las otras tribus del N., aunque también existían costumbres de este tipo en todos los pueblos de la zona septentrional. Las mujeres participaban en la guerra igual que los hombres; cultivaban los campos; los hombres dotaban a las mujeres y eran ellas las que heredaban y se preocupaban de casar a sus hermanos. También, cuando parían, dejaban el lecho a sus maridos y los cuidaban. Estrabón, al enumerar estas costumbres, muy extendidas entre los cántabros, dice que este pueblo tenía una especie de ginecocracia, es decir, un régimen matriarcal. Los rasgos descritos por Estrabón son los típicos que caracterizan a las sociedades llamadas matriarcales: la covada, la transmisión de la herencia por línea femenina, el trabajo del campo realizado por las mujeres y la igualdad entre mujeres y hombres en la guerra. [...] Entre los astures y los cántabros se ha podido constatar la existencia del avunculado, es decir, la importancia del tío materno o hermano de la madre en la organización familiar, forma típica que se encuentra entre los pueblos que conservan un régimen matrilineal de descendencia. [...]>>. 

VIGIL, Marcelo, Edad Antigua, en  Historia de España Alfaguara I, 7ª ed., Madrid, Alianza Editorial, 1981, págs. 265-268. 



Estela de Zurita (anverso y reverso)

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